10 abr 2011

La pestilencia


Sentada junto a las escaleras,
mi mente se retorcía oyendo transparencias de la vida
sintiendo ya no mucho el dulce sabor de la tarde
decidí andar, cuando di mi primer paso.
Pensé que todo iba a ser fácil,
pero tropecé y caí... no fue rápido mi descanso abajo,
logré ver estrellas y volví a caminar,
lento y seguro fué mi paso al montar.
Cuando llegué al puesto de granizados,
el hombre que me recibió tenía un tono sarcástico
tomó mi orden de camote helado con un poco de caramelo,
creyó que vacilaba, por su mirada burlona y mi falta de camote.
Llegué al ciclo, pedí que arreglaran mis alas,-lo más pronto por favor-
la niña de mi lado río, dijo a su madre, -una lunática pregunto por las alas-
las mismas que su padre le quitó hace poco tiempo
con solo palabras que hirieron su mente, y mataron su pensar.
Cansada mi cabeza de tanto ajetreo,
decidí postrarme en un muro,
pero oí las retorcidas ideas de un duende,
hasta que no pude respirar más.
Será que después de esto, fue que me di cuenta
de la pestilencia que me incomodaba hace mucho,
provenía de ese agujero que tenían unos humanos,
esos que se veían su vestir y caían para morir.
Ilusos con poco crédito de poder,
pestilencia con trapos a la garganta,
sabores de incoherencia, una conciencia nula de sus costillas,
y aquel duende manejando sus cuerdas.
PandiMeliGoEs